Lex Hermae

Ego, Prisca, me ordinem sodalesque fideliter adiuvare me vivo hac re iuro.

dilluns, 26 de maig del 2014

7. El amargo sabor de la verdad (El nudoso árbol de la vida)

Le doy al botoncito rojo del móvil tras despedirme de mi prima Caro. No he parado de agradecerle la (poca) información que ha conseguido averiguar. Hace tanto que no nos vemos, que si no fuera porque tengo innumerables y locos recuerdos de juventud con ella, pensaría que en realidad hablo con un móvil inteligente que cuenta con un sistema de voz agradablemente familiar. Hablar con ella, hablar de ella, me hace sentir vieja; quedan tan lejanas las vivencias adolescentes que a veces temo que la próxima vez que nos veamos tendremos la cara orografiada de arrugas y el canoso pelo de color rubio camuflaje.

Me vuelvo a centrar en mis rápidas anotaciones garabateadas en un sobre del banco. Los nombres desconocidos, las fechas y parentescos facilitados por Caro se me embotan y se enredan en mi mente. ¿Quién era hijo de quién? ¿Quiénes se fueron a Francia y quiénes volvieron? ¿Por qué mi tío Gabriel se alejó de su propia familia y sin embargo no renunció a conocernos a mí y a mi hermana? Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas. Esta rama se queda semi desnuda y vacía, como un árbol caduco al final del otoño.

No, no le voy a dar más importancia que la mera curiosidad periodística que desprende. Esa familia es tan mía como lo son los Borbones.

El móvil vuelve a sonar a ritmo de Finntroll y una nueva oportunidad de recopilar información familiar aparece sin esperarlo: acompañaré a mi tía Inés al oftalmólogo. Vendrá expresamente a Barcelona para que la vean en la Barraquer. Parece que el destino también tenga curiosidad por saber hasta dónde puedo llegar en toda esta aventura personal.

El tiempo pasa demasiado deprisa, o yo soy una tortuga humana: ni siquiera me he dado cuenta de que los días transcurren imparables y ya estamos a viernes. Por suerte, ese maravilloso esclavo electrónico que nos hace de memoria externa al que comunmente llamamos móvil me chiva que he quedado con mi tía Inés a las 9:30h en la parada del tranvía.

Ella está igual que siempre; para mí, Inés representa el ideal de belleza hecha mujer, y admiro su rubísima y larga cabellera dorada y su delicada buena educación en sus cincuenta años muy bien llevados. Nos alegramos de vernos, es algo sincero y mutuo, y en cuanto nos sentamos en dos asientos libres nos ponemos al día sin más preámbulos; siempre tenemos cosas que contarnos y nos reímos al explicar algunas anécdotas. Con Inés se puede hablar de todo, irradia una naturalidad especial que invita a comunicarse con ella de cualquier tema, por muy extraño que sea. 

Así que después de unas cuantas trivialidades y cotilleos generales, me atrevo a sacar el tema del árbol genealógico. Le relato el ya cansino sueño con la bisabuela Elvira. Inés me escucha atentamente y muestra mucho interés cuando le comento la teoría de Ana sobre la sanación de conflictos pasados, sin dejar de mirarme con sus fantásticos ojos aguamarina. 

Después de toda mi exposición, ella toma la palabra. Mis oídos se agudizan al máximo para no perder detalle, necesito que su diluida voz se escuche por encima del traqueteo del tranvía y del grupo de adolescentes gritones que se dirigen a alguna parte que ni me importa ni quiero saber, aunque deseo que bajen lo más pronto posible. Sé que ella puede contarme algunas cosas interesantes que nadie más me diría explícitamente, y a falta de tener una libreta a mano, me concentro para absorber cualquier datito jugoso.

- Como ya sabes, mi abuela Elvira fue madre soltera. Tres veces: de mi padre Emilio, de la tía Mariana y de la tía Soledad - yo asiento con la cabeza - ¿cómo se puede vivir en un pueblucho siendo madre soltera después de la postguerra? Solo hay dos respuestas para eso - ella me mira, aprieta levemente sus finos labios pálidos y yo espero impaciente la gran exclusiva - o fue prostituta, la prostituta del pueblo, o su padre, Basilio, abusaba de ella. Dicen que era una mala bestia - Inés niega levemente con la cabeza, condenando esa actitud deplorable - una mala bestia que pegaba a la abuela Elvira, a sus otros dos hijos, que se fueron del pueblo para alejarse de su padre, a sus nietos, que quizá eran sus propios hijos también... porque si era una mala bestia para pegar, también debió ser una mala bestia para abusar.

Trago saliva y disimulo el horror de mi cara al imaginar esa vida miserable y desgraciada. Inés continúa hablando, así que dejo las emociones a un lado y me centro en la explicación. Su voz no transmite vergüenza o tristeza, más bien tiene un tono de confidencia y de leve enfado. Ella siempre ha sido una mujer independiente, muy cercana al concepto de feminismo, aunque a primera vista no lo parezca, pues se tiende a malinterpretar su imagen de princesa de cuento. Supongo que por eso no niega ni desaprueba la posibilidad de la prostitución de la abuela Elvira. 

- La teoría más aceptada es que mi padre y la tía Mariana fueran hijos del tío Bernardo, que no era tío nuestro de sangre ni nada, pero lo llamábamos así por la familiaridad que siempre tuvo con todos. El tío Bernardo estaba casado y no tuvo hijos con su mujer, así que casi crió a mi padre y a la tía Mariana como si fuesen sus hijos. Seguramente lo fueran.

- ¿Y la tía Soledad? 

- Oh, ella lo pasó muy mal. No entendía por qué no podía ir a vivir con el tío Bernardo y sus hermanos, así que fue la que más sufrió la tiranía de su abuelo Basilio. Además, es la única que alguna vez ha comentado que vio salir de la habitación de su madre a diferentes hombres arreglándose los pantalones, y aunque de pequeña no entendía nada, de mayor comprendió a qué podía dedicarse la abuela Elvira. A saber quién fue su padre.

- ¿Y los hermanos de la abuela Elvira? ¿Por qué no volvieron para ayudar a su hermana?

Inés se encoge de hombros y hace una caída de ojos que lo dice todo sin pronunciar ni una palabra. Claro. A quién le iba a preocupar la suerte de una hermana prostituta...

- No se sabe. Dicen que uno se cayó del caballo y se quedó tan mal que lo encerraron en un hospital de monjitas para que lo cuidaran, aunque se sospecha que no existió tal accidente, sino que era esquizofrénico, una enfermedad que en aquella época no se entendía, y se lo sacaron de encima. El otro hermano se largó a Madrid y no volvió nunca, y aunque se casó, no tuvo hijos.

Mientras ella se hace las pruebas médicas, yo memorizo todos los datos que han ido surgiendo durante el trayecto. Un molesto sentimiento agridulce me empieza a molestar. Por un lado, saber todo esto me ayuda a dibujar mejor la vida de mis antepasados; por otro, me doy cuenta de todos esos esqueletos en el armario que tiene la familia y que nadie se ha molestado en limpiar. Quizá Ana tenga razón, me ha tocado ser la limpiadora de esos baúles llenos de recuerdos... 

Inés sale de su última consulta, algo ciega por las gotas y con unas pupilas tan grandes y brillantes que parece El Gato con Botas. Todo bien, no hay nada de qué preocuparse.

La conversación se retoma en el camino de vuelta. Esta vez le toca a la bisabuela Josefina: hay que equilibrar la balanza de descalabros familiares.

- La abuela Josefina fue la persona más buena que he conocido jamás - lo dice con tanto amor, de corazón, que en ningún momento dudo de la palabra de mi tía - buena, buena, buena como no ha habido nadie en este mundo. Ella, de jovencita, tenía un novio que también la quería, pero los padres de la abuela Josefina, al ser la hija pequeña, la obligaron a casarse con otro, un primo lejano suyo, Ramón - la expresión le cambia. Su mirada azul, todavía dilatada, se pierde en algún punto de sus recuerdos, pero continúa explicándome sus teorías - el abuelo Ramón también fue otra mala bestia... - sus palabras se endurecen - los hombres de la familia nacen tarados. Por eso todas somos mujeres. Porque los pocos hombres que nacen, ya sean de una rama u otra, son unos tarados: el tío Joaquin, el primo Miguel Ángel, el primo Carlos, mi hijo Joan...

Permanezco en silencio. Ella parece reflexionar. O quizá haga acopio de fuerzas para continuar un relato que a duras penas puedo intuir. 

- Por eso odio a mi padre, porque es una mala bestia y nos está dando por saco en su vejez. Por eso odio a mi madre, porque cuando le dije que el abuelo Ramon abusaba de mí no hizo nada por creerme. Por eso soy incapaz de querer como debería querer a mi hijo, porque es clavado a mi padre y a veces se comporta como un burro tarado...

Yo me quedo de piedra. No me atrevo a interrumpirla, pero me conozco y sé que esto me va a pasar factura. Cuando llegue a casa me romperé en pedacitos y durante unos instantes no soportaré saber lo que ahora me está confesando Inés. Odiaré a mi abuelo, por ser el tirano en el que se ha convertido, y desearé que se muera de una vez por todas para que nos deje vivir en paz. Odiaré a mi abuela, por no haber sido buena madre, por habernos enseñado por una parte a ser mujeres fuertes y por otra a ser débiles sumisas. Odiaré a mis ancestros, por ser más parecidos a monstruos que a personas. Y me odiaré a mí misma, por llevar esos genes en mi interior.

- Y estoy segura que la tía Ángela tiene ese extraño tabú porque su padre, el abuelo Ramón, también debió abusar de ella de pequeña.

- ¿Qué tabú? - a estas alturas, ya no me va de saber una desgracia más.

- Nadie la ha visto jamás desnuda. Ni su marido, ni sus hijas, ni nadie. Ni una teta, ni recién salida de la ducha. Nada. Esa obsesión con taparse no es normal.

- ¿Entonces hemos nacido casi todas mujeres por eso? - redirijo la conversación a un punto anterior.

- Bueno, es una buena teoría. Y además, por eso somos mujeres independientes que no solemos contar con los hombres. Somos una familia matriarcal a la que no le gustan los bebés, ni hemos tenido instintos maternales. Porque, ¿tú has visto muestras de amor entre los abuelos, mis padres? - niego con la cabeza - ¿cómo vamos a querer ser madres en matrimonios perfectos si nunca hemos tenido muestras de amor entre nuestros padres? Porque ser padre no significa darte un techo y un plato de comida, significa cariño y ternura. No que te transmitan que molestas. Mi madre se quedó embarazada de mi padre con diecinueve años cuando él ya era un hombre de casi treinta. ¿Y sabes qué le contestó cuando ella se lo dijo? "Ese niño no es mío, tú te has acostado con otro".

Otro mazazo más. Es evidente que si un matrimonio se basa en un enlace obligado, amor, lo que es amor, bien poquito. Y culpa, odio, rencor... de eso, a patadas.

Tras dejar a mi tía en casa de mi madre, me derrumbo en mi casa rememorando todo lo relatado. Mi tía, mi fantástica tía... ¿por qué ha tenido que recibir tanto daño? ¿acaso ella es algún tipo de chivo expiatorio? ¡Pues malditos el árbol genealógico, el destino y todas esas mandangas faranduleras new age! ¿No se supone que tenemos guías protectores, según Ana? ¿Dónde están? ¿Dónde han estado en esos momentos que los que han sufrido los han necesitado? 

Me parece tan increíble que no lloro más porque tengo la sensación de que me hayan contado el argumento de un culebrón venezolano, y me río algo desesperada de mi ocurrencia. Me sorprendo a mí misma aguantando el tipo mejor de lo que esperaba, y empiezo a anotar todos los detalles que han ido surgiendo para no olvidarme de nada.

En mi mente se generan miles de preguntas más, pero ya no sé dónde acudir para recibir respuestas.

dijous, 22 de maig del 2014

6. Culebrones familiares (El nudoso árbol de la vida)



09-05-2014
De: Carolina
A: Miriam
Asunto: Re: Árbol genealógico


¡Hola!

Esta mañana estaba pensando en llamarte, jeje. Seguimos teniendo un poco de telepatía.

Con Óscar muy bien, la verdad. Ya estamos integrados en las respectivas familias y parece que todo vaya muy bien. Además, disfrutando de los inicios, que son lo mejor de toda relación.

La semana pasada comencé a trabajar en un trabajo basura, en una tienda de comestibles de Peñíscola hasta el 15 de septiembre, ningún día libre, sí, ninguno… ahora de momento voy sólo por las mañanas, pero en julio y agosto también iré por las tardes.

Y poca cosa más que contarte.

Respecto al árbol genealógico, te digo lo poco que sé. Mi padre también sabe poco y además no le gusta hablar de su familia. Ya le preguntaré a mi madre.

Nuestro “abuelo” Francisco Melero Tapias tenía 4 hermanos: José, Emilia, María y Gabriel. Pepe (el mayor) murió a finales de los 90 y vivía en Francia, igual que Emilia, que creo que sigue viva. María y Gabriel siguen vivos aquí en Peñíscola, y nuestro “abuelo” creemos que también vive, pero no lo sabemos seguro. ¡Ah, sí! Había otra hermana que creo que se llamaba Soledad como la bisabuela, que era madrina de mi padre y murió joven en un accidente de tráfico en Francia.

No sé si lo sabes, pero en realidad deberíamos ser Martínez y no Melero. Nuestros bisabuelos eran de Huercal-Overa y creo que el apellido se perdió con nuestro bisabuelo (que se llamaba Gabriel) porque su padre biológico no lo quiso reconocer y le dio los apellidos su madre. El bisabuelo Gabriel murió en la guerra civil y creo que era algún rango superior de soldado. El cuerpo de nuestro bisabuelo debe estar en una fosa común, porque nadie lo habrá reclamado y creo que no saben bien dónde murió.

Cuando la guerra, la bisabuela, viuda, se fue a La Jana y envió a su hijo mayor (Pepe) a Francia porque era un crío y no quería que fuera a la guerra. Este hombre estuvo en Francia hasta que llegó la transición, ya que no podía entrar en España. La bisabuela murió en 2001 o 2002, no lo recuerdo bien, y le faltaba poco para cumplir 100 años.

Creo que antes de nacer nosotras nuestro “abuelo” Paco y su hermano Gabriel fueron a Huercal a ver si encontraban familia. Y sí que la encontraron, pero ya no dieron más detalles y lo que pasó allí no se sabe, pero ni volvieron a ir ni a contactar con quien encontraran. Yo a veces he pensado que igual tenemos allí un cortijo, lo tendríamos que mirar, jajaja. ¡O unos invernaderos llenos de pimientos!

Si quieres saber más, los nombres de los hijos de los hermanos de nuestro “abuelo” Paco también los sé y los he conocido a prácticamente todos.

De nuestra “abuela” no sé nada, sólo que era de La Jana. Quizá tu abuela te pueda dar más información. Creo que era hija única

Nuestros padres eran tres hermanos, Mi padre Gabriel el mayor, tu padre José Mª el mediano y Paquito el pequeño, que tiene dos hijos.

Saber fechas será más complicado.

Espero que esto te sirva de algo. Intentaré averiguar más y ya te digo algo.

Besitos,

Carolina

dimarts, 20 de maig del 2014

5. Tanteando en las sombras de las raíces (El nudoso árbol de la vida)



09-05-2014
De: Miriam
A: Carolina
Asunto: Árbol genealógico

¡Hola, prima!

¡Cuánto tiempo sin escribirte ni saber de ti!

¿Qué tal con tu nuevo rollete? Se llamaba Óscar, ¿no? A ver si te llamo y me explicas, que tengo ganas de saber qué es de tu vida.

Te quería pedir un favor. Por una cuestión de sueños que he tenido últimamente y para poder hacer un estudio familiar, querría diseñar mi árbol genealógico. La parte de mi madre la tengo más o menos clara, pero la parte Melero, la nuestra, no tengo ni la más remota idea más allá de ti, de Eloy y de tus padres. ¿Me podrías ayudar? Si puedes, facilítame nombres de antepasados y fechas aproximadas de vida y muerte, ¿es posible?

Con esta información, Ana me hará un pequeño estudio. Y a la vez, la parte Melero también puede ser interesante para vosotros. Si te interesa, Ana vendrá de Francia dentro de unas semanas, por si tienes ganas de venir y ya de paso te tira las cartas o te hace un estudio de la alimentación para combatir las alergias que tienes.

Pero me voy por las ramas… siguiendo con el tema del árbol genealógico, piensa que no tengo claro ni cómo se llaman nuestros “abuelos” (aunque no hayan ejercido como tales, su genética, si educación inexistente y su forma de comportarse con nosotras también nos ha marcado).  

En fin, no te quiero agobiar. Sé que son temas medio tabú, pero eres mi única fuente de información, así que me harías un gran favor.

Muchas gracias por todo y espero que nos podamos ver pronto.

¡Besotes!

Miriam

dilluns, 19 de maig del 2014

4. Primeros saltitos por las ramas (El nudoso árbol de la vida)



El correo de Ana me ha dado que pensar. En ningún momento me hubiese imaginado que mis bisabuelas me visitan en sueños para no darme un susto de muerte apareciendo como fantasmas. Me imagino la situación y… ¿qué se le dice a una bisabuela muerta con la que prácticamente no has hablado ni la recuerdas? “¡Qué agradable visita! Siéntese aquí, abuela, ¿quiere un vasito de vino dulce para celebrar el reencuentro?”.

Bromas aparte, me empiezo a plantear muchas cosas sobre mi carácter, sobre mi vida. ¿Hasta qué punto ha sido condicionada por las decisiones de mis antepasados? ¿Cuánto es de real lo que me cuenta Ana y no teorías de comehierbas y neoespiritualistas? ¿Cómo puedo yo ayudar a resolver esos conflictos ya pasados si ni siquiera conozco qué conflictos han sucedido? Tantos miedos, tantos tabús, tantos secretos guardados… o simplemente momentos que no han sabido hacerse notar en las historias familiares y han pasado desapercibidos, y que ahora quizá podrían explicar muchas cosas.

Me peleo con mi primer boceto de árbol genealógico y después de cuadritos de texto que se mueven, fechas que no conozco, olvidos que me hacen mover como fichas de dominó a otros familiares, veo que está cojo. Evidente, ¿cómo no había caído hasta ahora? Toda mi rama genealógica se basa en mi parte materna. Ausencia total de las raíces paternas. No es un pensamiento doloroso, al menos de forma consciente, saber que mi padre renunció a mí y a mi hermana cuando se separó de mi madre. Simplemente, es un vacío inexistente suplido por toda la cantidad de familia materna: abuelos, primos, tías, tíos-abuelos, primos segundos y parientes más que lejanos pero cercanos en contacto. Es como si mi madre hubiese sido una Virgen María del siglo XX y nos hubiese tenido a mi hermana y a mí por generación espontánea o por el deseo de su mente superior. Pero ¡no!, hubo un padre que colaboró con sus espermatozoides y que después desapareció cual íncubo medieval –y no, no creo que mi hermana o yo tengamos poderes sobrenaturales a lo Merlín, el más famoso hijo de íncubos-, que tuvo una familia y que esos familiares, mucho más desconocidos para mí que los ancestros más lejanos de mi línea materna, también tendrán algo que aportar a mi árbol genealógico.

Más allá de ver un obstáculo, en mi mente comienza a fraguarse una idea vaga y difusa pero bien anclada en mi inconsciente: averiguar lo máximo posible sobre mi familia. Toda mi familia.

diumenge, 18 de maig del 2014

3. Respuestas entre las ramas (El nudoso árbol de la vida)



07-05-2014
De: Ana
A: Miriam
Asunto: Re: Sueños

¡Hola guapa!

Perdona el retraso en contestar pero he tenido una semana y media de clases.

Ha sido una semana súper intensa, en especial para mí, en positivo, pero ha removido una gran cantidad de cosas que ahora debo poner en orden. Ya os lo explicaré en directo porque es muy largo, pero he tenido unas cuantas revelaciones con respecto a mi vida.

He estado leyendo lo de tus sueños y estoy de acuerdo con tu interpretación. Conociendo un poco tu vida y tu personalidad, siempre he pensado que hay algo en tu historia familiar que debes entender.

Piensa que heredamos los conflictos familiares no resueltos de al menos tres generaciones anteriores a la nuestra. No tiene por qué pasarnos a todos, pero hay un gran porcentaje de conflictos en nuestra vida que pueden pasar debido a nuestra genealogía. Y si somos capaces de comprenderlo, llevarlo a la consciencia y avanzar, todo eso que tenemos ganado para nosotros mismos y para nuestras generaciones futuras (ya sé que no tienes hijos, pero también puede ayudar a primos, sobrinos, etc.). Cuando resuelves un conflicto tuyo, esto hace que se resuelva en generaciones anteriores y si aún están vivos les puede cambiar el carácter o las maneras de hacer sin saber por qué.

Entonces, que tengas sueños repetitivos con tu bisabuela Elvira, pienso que es la manera que tiene de comunicarse contigo, sobre todo porque en tu caso tu mundo onírico está muy desarrollado y creo que para ella es una manera adecuada de presentarse ante ti (mejor que presentarse en forma de fantasma :) ). Por tanto, yo apuntaría los sueños que vayas teniendo con ella para poderlos interpretar.

Pero yo pienso que sí, que lo que te está diciendo es que has de entender tu historia para sanar a tu familia. Ojo, que no quiere decir que toda la responsabilidad sea tuya y debas solucionarlo todo tú, ¿eh? ¡Sin presiones! Simplemente creo que sabe que tienes la capacidad de entender y para aceptar muchas cosas y que de tu familia eres una de las personas que puede llevar a cabo esta “faena” a buen término.

Cuando tengamos tiempo, nos ponemos juntas a hacer tu árbol genealógico a ver si vemos alguna cosa. Nosotros esto no lo tocamos mucho, pero mira, no se sabe nunca, entre las dos podemos ver cosas que una sola no ve :) .

Y que tu tía se llame Elvira como tu bisabuela tampoco es casualidad, por algo debe ser. Una persona que lleva el nombre de un antepasado tendrá su vida ligada a esta persona, podrá vivir cosas similares o tendrá conflictos similares a resolver.

No sé si conoces las constelaciones familiares, pero te puede ir bien para aclara si hay algún secreto o alguna cosa escondida en otras generaciones que no puedes descubrir porque hay personas que ya no están.

Y sobre lo de ir para allí, ¡sí! Voy para mediados de mayo, bajaré una semana como la otra vez. A partir de agosto no tendré más clases y ya tendré por fin el título, así que bajaré más tiempo.

¡Muchos besos y hasta pronto!

Ana

dimecres, 14 de maig del 2014

2. Primer correo: en busca de respuestas (El nudoso árbol de la vida)



29-04-2014
De: Miriam
A: Ana
Asunto: Sueños


¡Hola, Ana!

¿Qué tal todo por Francia? Creo recordar que esta semana aún tenías clases de Naturopatía, ¿no?

Por aquí ya empezamos a preguntarnos cuándo vendrás.
   
Bueno, te quería consultar una cosilla que ya hace un tiempo que me ronda por la cabeza, a ver si me puedes ayudar a interpretarlo.

Desde hace un par de años sueño con dos bisabuelas ya fallecidas (Josefina murió cuando yo tenía 6 años, y Elvira cuando tenía 9). Nunca tuve una gran afinidad con ellas porque yo era pequeña y ellas muy viejecitas, con esto quiero decir que ni me cuidaron ni tuve grandes charlas con ellas, pues casi ni se movían de sus sillones, pobrecillas.

La cuestión es que comencé a soñar con ellas y con mi abuelo (hijo de Elvira, por eso mi tía también se llama Elvira); eran sueños donde me hablaban de forma muy natural, y aunque normalmente soy consciente de que están muertas, las conversaciones son cordiales y cercanas y nunca tengo sensación de miedo, al contrario.

Con la que más sueño es con Elvira. Un sueño en concreto fue muy interesante: estábamos los tres (ella, mi abuelo Emilio y yo) alrededor de una mesa llena de comidas exquisitas. Mi abuelo empezó a comer; yo dudé si hacerlo o no, aunque intuí que no debía hacerlo. La "abuela" Elvira (era de Ávila profunda) me confirmó entonces que yo no debía comer. Claro, eso me evocó el mito de Perséfone comiendo las semillas de granada en el Hades e interpreté que yo estoy viva y no debo comer de los manjares para los muertos.

Durante una temporada creí que mi abuelo se estaba preparando para morir, pero después de dos años, continua vivo e intratable, siendo un tirano con la familia y chillándonos a todos porque no le dejamos comer lo que quiere, ya que cree que lo queremos matar de hambre.  

Ayer por la noche volví a soñar con ella, con la abuela Elvira. Me enseñaba lugares de su pueblo y tenía que explicarme algo para que entendiera (y esta palabra la expresó varias veces), no sé si para revelarme secretos, pero al menos eran razones para entender alguna cosa… entonces sonó la alarma y me quedé a medias.

¿Qué quieren decir estos sueños? Yo lo que interpreto es que quizá necesito conocer algunos aspectos familiares lejanos para entender cosas sobre mí misma, y la metáfora de todas estas dudas son mis bisabuelas. Quizá saber que hay capítulos no resueltos de la familia en el pasado me han marcado inconscientemente, pero claro, no puedo buscar información de estos periodos familiares porque mi abuelo Emilio no hablará de su familia por vergüenza (por ser hijo de madre soltera). Su hermana, la tía Soledad, es la única que ha explicado algunas cosas, pero vive en Madrid. Por parte de mi abuela Pepita (hija de la bisabuela Josefina) ya nos ha explicado todo lo que sabe por su parte.

¿Tú le das alguna explicación diferente?

En fin, muchas gracias por tu ayuda y nos vemos pronto.

Muchos besos,

Miriam

dilluns, 12 de maig del 2014

1. Los sueños (El nudoso árbol de la vida)



Comienzo una nueva narración un tanto experimental por el blog, El nudoso árbol de la vida. Y digo "experimental" porque en parte tiene una base real e iré rellenando aquellos huecos que falten con datos ficticios, así que va a ser interesante la búsqueda de información, amalgamar los datos con coherencia y transcribirlos de tal manera que quien lo lea no sepa discernir qué es real y qué ficción. Más de uno se sorprendería, estoy segura, si puediera saber qué datos son reales. Como ya dice el viejo dicho, "la realidad supera la ficción", y con creces.

Iré subiendo capítulos sueltos a medida que vaya escribiendo o documentándome. ¡Me deseo suerte!




Aún le estoy dando vueltas a la cabeza.

Hace apenas una semana volví a soñar con mi bisabuela Elvira. Otra vez. El sueño, esta vez, era vívido y claro; todo lo que acontecía tenía esa lógica interna que sólo se entiende mientras duermes, tienes fiebre o vas borracha. Una vez despierta, me sorprendí por enésima vez de lo que recordaba vagamente. 

Yo tenía que saber. Era el mensaje primordial que mi bisabuela me daba en el sueño. Tenía que comprender... ¿para qué? Intuí que para entender la situación actual de mi familia, para entenderme a mí misma, para entender las decisiones que ella tuvo que tomar en su vida... quién sabe. No lo dijo, o quizá no lo recuerdo, pero estoy segura que esa era la intención. 

Por eso volábamos por encima de su grisácea y lluviosa aldea natal, La Aliseda de Tormes, mientras me explicaba sin prisas a quién pertenecía cada porción de bosque asilvestrado, cada casa de piedra, qué acontecimientos se desarrollaron en cada tramo de calle enfangada. Era un preludio pausado de la información primordial, lo sé, era el ritmo adecuado para sumergirse sin sobresaltos en los motivos silenciados, en los detalles escabrosos que se esconden en el cuarto oscuro de las patatas y que nadie quiere entrar para limpiar.

Todavía, después de una semana de esta anécdota onírica, me pregunto por qué la bisabuela Elvira me habla en sueños de tanto en tanto desde hace apenas dos años. Y por qué también lo hace –en menores ocasiones- la bisabuela Josefina, la madre de mi abuela materna. Teniendo en cuenta que apenas las conocí –ya que la bisabuela Josefina murió cuando tenía seis años y la bisabuela Elvira cuando aún no cumplí los diez–  y tampoco tuve una relación afectiva con ellas que me marcara, no sé por qué mientras duermo las recuerdo más que estando despierta, ya que no las echo de menos. Qué cruel parece escrito, pero es así. 

Ellas eran las típicas e inamovibles abuelas entronadas en sus silloncitos de mimbre que esperaban la muerte enlutadas por los que ya no estaban y viendo pasar la vida de sus descendientes sin más interacción que “es hora de comer”, “vamos a ducharte” o “nos vamos a comprar”. De la bisabuela Josefina recuerdo su cara redonda, su cabello blanquísimo y su silencio, sólo un hilo de voz monótono aunque agradable y apenas audible. De la bisabuela Elvira, su mala leche, sus insultos estrambóticos de palabrejas ya obsoletas y su bastón de mando con el que nos alcanzaba cuando le hacíamos alguna perrería infantil. También su mirada acuosa de un verde diluido por las cataratas, supongo, y un hipnótico ojo ciego con el que nos observaba cuando no dormitaba. Y su eterno pañuelo en la cabeza que protegía su apretado moño veteado en una escala de grises.

¿Por qué ahora? ¿Por qué yo? Escruto mi mente buscando esas dudas que me remiten a ellas, porque se supone que los sueños son las vías de escape de los miedos, de las preocupaciones y de los problemas. Por eso he decidido recopilar los sueños que aún recuerdo, esos encuentros oníricos pausados y naturalmente familiares. 

Pero no recuerdo nítidamente esos sueños, aunque sí guardo las sensaciones que me produjeron. A veces sé que están muertas, pero no me asusta, no parece importante su estado físico. Tengo la sensación de que me hablan, sobre todo la bisabuela Elvira; otras veces, tan sólo recuerdo que han estado conmigo, pero creo que no me han dicho nada. 

Pero hay un sueño peculiar… uno del que me acuerdo vívidamente por el impacto que me causó. Fue de los primeros en que fui consciente de la aparición de las bisabuelas en mis sueños: una enorme mesa con toda clase de manjares al alcance de mi mano, la bisabuela Elvira y mi abuelo materno Emilio, su hijo, éramos los únicos elementos importantes de la escena. Mi abuelo, ejemplificando su forma de ser en la vida de los despiertos, comenzó a zampar como un desesperado, probando de aquí y de allá y de todo lo que su inválido cuerpo le dejaba. Yo tuve ganas de comer algo, pero en mi interior sabía que no debía comer de aquella mesa. “No, tú no debes”, me avisó mi bisabuela, cogiendo una pieza de fruta, “sólo él y yo podemos comer”.

Cuando desperté, lo vi todo claro: era una metáfora de Perséfone en el Hades, aquellos manjares eran la comida de los muertos y yo no pertenezco a él. Entonces, ¿por qué comía mi abuelo? Por aquel tiempo creí que moriría pronto, que aquello era un aviso de mi inconsciente para que me preparara para su partida y mi bisabuela, su madre, venía a buscarlo o simplemente lo acompañaría al Otro Lado, a las Tierras Lejanas, al Cielo o al Más Allá, como en las películas. Pero mi abuelo sigue con nosotros, y de eso ya hace dos años. ¿Por qué continúan las visitas de mis bisabuelas en sueños?

Algo se me escapa, estoy segura, alguna señal de mi inconsciente que no acabo de entender. ¿Acaso es simple curiosidad por mi árbol genealógico, o una memoria genética me avisa de algún asunto inconcluso de mis antepasados?

dimarts, 6 de maig del 2014

Castigo

Cuento cortito inspirado en las Musas a la carta, aprovechando la ambientación de mi saga La Orden del Pacto.




  1. Sobrenatural, Mundo alternativo
  2. Una persona desaparecida aparece
  3. Mundo de fantasía
  4. Enemigo: profesor o científico loco
  5. Protagonista: hombre




Mi cerebro aún no cree lo que mis ojos le transmiten. Estoy seguro que toda la Corte piensa lo mismo que yo. ¿Por qué, después de tantos siglos humanos, ha vuelto Koant a Transarcanum? ¿Qué le ha traído de nuevo al Bosque Plenilunio?



Busco un hueco entre mis diecisiete hermanos para hacerme sitio en una de las ramas forradas de plata, las que sólo pueden ser utilizadas por la familia real. Todos miran de forma agresiva a aquél que ya no consideran de su sangre. 

Ahora Koant parece un agreste desnudo aunque vista como un humano, pero sin el atractivo de esa raza débil. ¿Acaso el Mundo Material estropea tanto a los nuestros? Se cuentan muchas historias del Mundo Material y el efecto de los humanos sobre los seres inmateriales, y, aunque todos provenimos del mismo mundo, ya casi nadie recuerda su experiencia material. Pocos son los agrestes que deciden regresar de nuevo al Mundo Material, y muchos menos los que vuelven para explicar la extraña vida que allí experimentan.



Me toco instintivamente la cara buscando los rasgos comunes que compartimos mi hermano y yo. Koant ha cambiado. Sus pies, sus manos y la zona del antifaz ya no están pintados de blanco, sino que muestra impúdicamente su piel oscura, aquella piel que solo debería estar reservada para los ojos del ser amado y de la familia más íntima, desafiando el orden establecido por la reina Naurilia, nuestra madre. De su cabello de color del roble envejecido ya no cuelgan las trenzas rituales de su profundo apego a la tierra y a las raíces de los árboles que son nuestro hogar, ni las plumas del ave del Averno que cazó en Reflejo para demostrar su adultez.



Pero aún así, los cambios que más curiosidad me despiertan no son los físicos, sino los invisibles, aquellos que nadie aprecia a simple vista pero que percibo en su extraña aura fae. Quizá porque Koant y yo, más que hermanos, fuimos amigos, puedo leer fácilmente en sus ojos la permuta de su terquedad juvenil por madurez y aplomo.



Los agrestes nos balanceamos en las ramas mientras gritamos cánticos de guerra y de rechazo, odas que el mismo Koant gritó hace tanto tiempo junto a nosotros. Aunque en el Mundo Inmaterial el tiempo no pasa, pues todo permanece igual, él sí que ha vivido los cambios del Mundo Material. Podría ser un padre para mí, y sin embargo nacimos del mismo tronco de roble.



Él permanece de rodillas, el único que toca con sus pies la húmeda tierra, humillante para un príncipe. ¿Acaso creyó que se le recibiría en la rama más alta de Aliseda Blanca?



Madre alza su blanquecina mano y todos callamos. Su rama de oro apenas se mueve cuando pasea de un lado a otro, Ella es discreta, invisible para aquellos que no saben buscarla. Naurilia, la que tiene la maestría del junco, la elegancia de la vara de avellano, la fuerza de la corteza de sequoia, ni siquiera mira a su hijo rechazado, como si no fuese más que una sombra de algún raquítico árbol.



Madre permite que hable. Koant clava su mirada de castaño en la reina, la que una vez fue su madre también. Demasiada osadía, incluso para él, que fue un príncipe amado… ahora no se le consentirá tal soberbia, pero extrañamente Madre no se enfurece.



-          He visto cosas hermosas, he visto cosas terribles – su voz es apenas una brisa diáfana entre arbustos – y no me arrepiento de mi decisión, madre.



¡Madre! ¿Aún se atreve a pensar que la agreste reina Naurilia lo ha acogido como a un hijo? Algunos de mis hermanos gruñen, la plebe aúlla, pero yo agudizo el oído para no perder detalle de su relato. Si madre lo ha dejado con vida, es que debe ser primordial lo que tenga que decir.



-          Hay una posibilidad de volver a conquistar el Mundo Material, hacerlo nuestro de nuevo, como antaño. Sólo hay que aliarse con un médico humano al que se conoce como Malerba. Él nos puede proporcionar recipientes humanos a todos los que luchen a su lado durante la guerra que va a comenzar…



¡Un médico humano alzándose en contra de todos los Mundos y del orden establecido! Siempre creí que los médicos debían procurar salud y bienestar a los suyos, y sin embargo los humanos tienen médicos que declaran guerras. Cada vez tengo más curiosidad por conocer a un humano. Un humano vivo y material de verdad, no esos embajadores fantasmas que de vez en cuando llegan a Aliseda Blanca desde las Tierras Lejanas, pues tienen tanto contacto con su antiguo mundo como nosotros.



El cuerpo de Koant no tiembla, aunque en sus ojos percibo una carencia de seguridad en su discurso. Quizá él mismo no las crea, sino que viene en nombre de ese Malerba. Un príncipe desterrado bajo el mandato de un médico rebelde, ¿cómo ha caído tan bajo? No envidio a mi hermano. Él ha perdido mucho más de lo que ha ganado. Ya no tiene familia, ya no tiene clan, ya no tiene el apoyo de los suyos y vaga desnudo entre mundos.



Mientras divago, escucho gritos ahogados de estupor. Fijo mi mirada en Koant, pero él no es el origen del desconcierto colectivo. Madre acaba de bajar de su rama de oro. Ha puesto sus inmaculados pies en la tierra ocre y se acerca a Koant hasta prácticamente rozar con sus piernas la cabeza del que una vez fue su hijo. Entonces ella permite que se incorpore, quedando a la misma altura.



Los agrestes somos guerreros por naturaleza y pronto la guardia real se rebaja con su reina a tocar el suelo. Los látigos y las lanzas se preparan demandando sangre traidora. Todos mis hermanos se han puesto en guardia, algunos han bajado a tierra y otros planean alrededor de la atípica estampa con sus hojas de cedro en los pies.



Yo, simplemente observo sin moverme de la rama de plata. He tensado el arco y apunto en la frente de Koant. Él sonríe, sabiendo que es un triunfo el haber hecho bajar a la reina Naurilia de su rama de oro. Ella está interesada en lo que tiene que decir, pero madre no parece querer compartirlo con su clan. Los dos susurran, aunque es Koant quien lleva el peso de la conversación. No lo recordaba tan derrochador de movimientos, gestualiza con el rostro, alza los brazos, representa lo que dice… sin escucharlo soy capaz de entender la conversación. Se ha vuelto descuidado y apasionado, llama demasiado la atención.



¿Así que Malerba fue poseído por un devorador de Reflejo, un enemigo de los Mundos? Eso no tiene sentido, si Koant se escuchara, se daría cuenta de que ningún ser inmaterial se pondrá jamás de parte de una bestia sombría… ah, Malerba es quien controla los poderes del devorador, ¿desde cuándo puede ocurrir eso? Rebusco en mi memoria alguna leyenda o cuento que mencione algo parecido, pero no encuentro nada. Los devoradores siempre han sido los enemigos de los Mundos. Nadie puede cambiar eso. 

Koant agita sus manos, aprieta los puños e intenta convencer a madre de lo muy conveniente que es la alianza con Malerba. ¿Desde cuándo Koant clama venganza por las tierras perdidas en el Mundo Material, desde cuándo le importan los límites de nuestro clan? Se deja arrastrar por la pasión de una represalia removida por ese Malerba que ya nada tiene que ver con los agrestes.



Sin responder nada, madre, nuestra reina Naurilia, clava sus dedos afilados en el robusto vientre de Koant, tiñendo de clorofila su mano blanca. No le hace falta hablar, pues ella ha impartido la ley de los faes agrestes como soberana que es.



Los enormes ojos del color del castaño de Koant se agrandan hasta cubrir prácticamente todo su rostro. ¿Le sorprende que madre lo ejecute? ¿es que ha perdido los recuerdos en el Mundo Material? Se desliza ante ella, el vientre reventado se muestra como una flor carnívora que engulle su existencia.



-          Hijo mío, volverás a nacer en el seno de tu clan. Te acabo de conceder una nueva oportunidad para redimir la culpa de tus actos.



Las armas que vigilaban a Koant descansan al unísono mientras él yace en el suelo, a los pies de madre. Yo bajo mi arco, no hay necesidad de seguir apuntando el cuerpo inmaterial de mi hermano, pues en breve desaparecerá en la esencia fae. No me apeno por él, más bien le envidio por haber conseguido la generosidad de madre. Volverá a nacer en la próxima camada como un ser puro, impoluto. Con suerte olvidará esta existencia y no cometerá los mismos errores, o quizá la recuerde y pueda aprender de ellos.



Mis hermanos suben de nuevo a las ramas, los guardias vuelven a los límites de Aliseda Blanca para otear las lindes del Bosque Plenilunio. Yo miro a madre, que parece estar en comunión con el Anciano Aliso. Algo le remuerde la conciencia, lo sé. Pero no me lo dirá. Sólo las madres perdonan, pero ella es reina. Ella sólo puede castigar.

divendres, 2 de maig del 2014

Quiromància o l'art ocultista de lligar

Relato de menos de 500 palabras con el que no gané un concurso.

Sí, esto es una pseudo-precuela de mi saga Invocatio, aunque no tiene nada que ver con los invocadores ni con el mundo de la Orden del Pacto. Simplemente narro una anecdotilla de la adolescencia de un personaje que saldrá posteriormente en mis novelas.

Es que cuando se crea un mundo, cuesta mucho desprenderse de él...


Quiromància o l'art ocultista de lligar


I si ella pensava que s’estava aprofitant de la situació? I si quan toqués la seva pell suau es quedava bocabadat i incapaç de dir res coherent? No, havia de fer el cor fort, era la oportunitat que esperava des de feia mesos.


-          Llavors em llegiràs la mà? – Dàlia la va estirar davant seu, somrient amb aquells llavis tan dolços que desitjava besar des del primer dia de classe – tindré una vida llarga?


Robert va vèncer la timidesa, potser gràcies a les cerveses que havien pres amb els amics, o potser perquè les tenebres nocturnes més enllà del fanal on s’havien refugiat propiciaven confessions de secrets i misteris.  Li va agafar la mà amb cura i es va centrar en les línies de la palma. Ella va riure nerviosa per dissimular l’emoció i qui sap si una mica de por.


La seva mà era suau i freda com havia imaginat, amb dits prims i delicats. En un gest protector, Robert va cobrir la mà femenina amb les dues seves en un intent de traspassar-li una part de la seva tebiesa, apropant-se una mica més a ella i olorant la seva colònia a llaminadura que tant li agradava. Els dos van riure per omplir aquell silenci tan agradablement incòmode.


-          No sóc un expert, eh? Simplement ho vaig llegir en un llibre vell que ma mare té per casa – es va justificar obrint-li de nou la palma per contemplar les línies naturals que la creuaven.


Va passar el dit amb delicadesa per les quatre principals, aquelles que formaven una “M”... la tenia tan a prop que fins i tot notava el seus pits moure’s amb la compassada respiració... i si la besava? No, encara era aviat, Dàlia el rebutjaria si creia que s’ho estava inventant tot.


-          Aquesta línia és la vida. Tindràs una vida llarga, sí... i aquesta és la feina. Canviaràs de feina abruptament. La família... tindràs dos fills...


-          Parelleta? – va tallar ella aixecant les celles, entre divertida i incrèdula.


-          Oh, això no ho sé, ja ho consultaré al llibre – va agafar forces per entrar al tema que realment l’importava – aquesta és l’amor.


Els dos es van mirar als ulls. Els de Dàlia eren dos caramels de tofu encisadors que brillaven amb la llum taronja i artificial del fanal. Eren els ulls més bells que havia vist mai i els més tendres que mai l’havien mirat.


-          I què diu la línia de l’amor? – va demanar ella amb un fil de veu que a ell li va semblar seductorament innocent.


-          Que trobaràs l’amor de la teva vida – va tragar saliva, fent un esforç per continuar parlant mentre s’apropava una mica més a ella – i serà un amor de foc i de passió.


Dàlia el va mirar tímidament amb els llavis entreoberts per la sorpresa. Uns llavis que van acollir el petó més màgic que Robert mai hagués imaginat. Per fi...