- Sobrenatural, Mundo alternativo
- Una persona desaparecida aparece
- Mundo de fantasía
- Enemigo: profesor o científico loco
- Protagonista: hombre
Mi cerebro aún no cree lo que mis ojos le transmiten.
Estoy seguro que toda la Corte piensa lo mismo que yo. ¿Por qué, después de
tantos siglos humanos, ha vuelto Koant a Transarcanum? ¿Qué le ha traído de
nuevo al Bosque Plenilunio?
Busco un hueco entre mis diecisiete hermanos para
hacerme sitio en una de las ramas forradas de plata, las que sólo pueden ser
utilizadas por la familia real. Todos miran de forma agresiva a aquél que ya no
consideran de su sangre.
Ahora Koant parece un agreste desnudo aunque vista
como un humano, pero sin el atractivo de esa raza débil. ¿Acaso el Mundo
Material estropea tanto a los nuestros? Se cuentan muchas historias del Mundo
Material y el efecto de los humanos sobre los seres inmateriales, y, aunque
todos provenimos del mismo mundo, ya casi nadie recuerda su experiencia
material. Pocos son los agrestes que deciden regresar de nuevo al Mundo
Material, y muchos menos los que vuelven para explicar la extraña vida que allí
experimentan.
Me toco instintivamente la cara buscando los rasgos
comunes que compartimos mi hermano y yo. Koant ha cambiado. Sus pies, sus manos
y la zona del antifaz ya no están pintados de blanco, sino que muestra
impúdicamente su piel oscura, aquella piel que solo debería estar reservada
para los ojos del ser amado y de la familia más íntima, desafiando el orden
establecido por la reina Naurilia, nuestra madre. De su cabello de color del
roble envejecido ya no cuelgan las trenzas rituales de su profundo apego a la
tierra y a las raíces de los árboles que son nuestro hogar, ni las plumas del
ave del Averno que cazó en Reflejo para demostrar su adultez.
Pero aún así, los cambios que más curiosidad me
despiertan no son los físicos, sino los invisibles, aquellos que nadie aprecia
a simple vista pero que percibo en su extraña aura fae. Quizá porque Koant y
yo, más que hermanos, fuimos amigos, puedo leer fácilmente en sus ojos la
permuta de su terquedad juvenil por madurez y aplomo.
Los agrestes nos balanceamos en las ramas mientras
gritamos cánticos de guerra y de rechazo, odas que el mismo Koant gritó hace
tanto tiempo junto a nosotros. Aunque en el Mundo Inmaterial el tiempo no pasa,
pues todo permanece igual, él sí que ha vivido los cambios del Mundo Material.
Podría ser un padre para mí, y sin embargo nacimos del mismo tronco de roble.
Él permanece de rodillas, el único que toca con sus
pies la húmeda tierra, humillante para un príncipe. ¿Acaso creyó que se le
recibiría en la rama más alta de Aliseda Blanca?
Madre alza su blanquecina mano y todos callamos. Su
rama de oro apenas se mueve cuando pasea de un lado a otro, Ella es discreta,
invisible para aquellos que no saben buscarla. Naurilia, la que tiene la
maestría del junco, la elegancia de la vara de avellano, la fuerza de la
corteza de sequoia, ni siquiera mira a su hijo rechazado, como si no fuese más
que una sombra de algún raquítico árbol.
Madre permite que hable. Koant clava su mirada de
castaño en la reina, la que una vez fue su madre también. Demasiada osadía,
incluso para él, que fue un príncipe amado… ahora no se le consentirá tal
soberbia, pero extrañamente Madre no se enfurece.
-
He visto cosas hermosas, he visto cosas terribles – su voz
es apenas una brisa diáfana entre arbustos – y no me arrepiento de mi decisión,
madre.
¡Madre! ¿Aún se atreve a pensar que la agreste reina
Naurilia lo ha acogido como a un hijo? Algunos de mis hermanos gruñen, la plebe
aúlla, pero yo agudizo el oído para no perder detalle de su relato. Si madre lo
ha dejado con vida, es que debe ser primordial lo que tenga que decir.
-
Hay una posibilidad de volver a conquistar el Mundo
Material, hacerlo nuestro de nuevo, como antaño. Sólo hay que aliarse con un
médico humano al que se conoce como Malerba. Él nos puede proporcionar
recipientes humanos a todos los que luchen a su lado durante la guerra que va a
comenzar…
¡Un médico humano alzándose en contra de todos los
Mundos y del orden establecido! Siempre creí que los médicos debían procurar
salud y bienestar a los suyos, y sin embargo los humanos tienen médicos que
declaran guerras. Cada vez tengo más curiosidad por conocer a un humano. Un
humano vivo y material de verdad, no esos embajadores fantasmas que de vez en
cuando llegan a Aliseda Blanca desde las Tierras Lejanas, pues tienen tanto
contacto con su antiguo mundo como nosotros.
El cuerpo de Koant no tiembla, aunque en sus ojos
percibo una carencia de seguridad en su discurso. Quizá él mismo no las crea,
sino que viene en nombre de ese Malerba. Un príncipe desterrado bajo el mandato
de un médico rebelde, ¿cómo ha caído tan bajo? No envidio a mi hermano. Él ha
perdido mucho más de lo que ha ganado. Ya no tiene familia, ya no tiene clan,
ya no tiene el apoyo de los suyos y vaga desnudo entre mundos.
Mientras divago, escucho gritos ahogados de estupor.
Fijo mi mirada en Koant, pero él no es el origen del desconcierto colectivo.
Madre acaba de bajar de su rama de oro. Ha puesto sus inmaculados pies en la
tierra ocre y se acerca a Koant hasta prácticamente rozar con sus piernas la
cabeza del que una vez fue su hijo. Entonces ella permite que se incorpore,
quedando a la misma altura.
Los agrestes somos guerreros por naturaleza y pronto
la guardia real se rebaja con su reina a tocar el suelo. Los látigos y las
lanzas se preparan demandando sangre traidora. Todos mis hermanos se han puesto
en guardia, algunos han bajado a tierra y otros planean alrededor de la atípica
estampa con sus hojas de cedro en los pies.
Yo, simplemente observo sin moverme de la rama de
plata. He tensado el arco y apunto en la frente de Koant. Él sonríe, sabiendo
que es un triunfo el haber hecho bajar a la reina Naurilia de su rama de oro.
Ella está interesada en lo que tiene que decir, pero madre no parece querer
compartirlo con su clan. Los dos susurran, aunque es Koant quien lleva el peso
de la conversación. No lo recordaba tan derrochador de movimientos, gestualiza
con el rostro, alza los brazos, representa lo que dice… sin escucharlo soy
capaz de entender la conversación. Se ha vuelto descuidado y apasionado, llama
demasiado la atención.
¿Así que Malerba fue poseído por un devorador de
Reflejo, un enemigo de los Mundos? Eso no tiene sentido, si Koant se escuchara,
se daría cuenta de que ningún ser inmaterial se pondrá jamás de parte de una
bestia sombría… ah, Malerba es quien controla los poderes del devorador, ¿desde
cuándo puede ocurrir eso? Rebusco en mi memoria alguna leyenda o cuento que
mencione algo parecido, pero no encuentro nada. Los devoradores siempre han
sido los enemigos de los Mundos. Nadie puede cambiar eso.
Koant agita sus manos, aprieta los puños e intenta convencer a madre de lo muy conveniente que es la alianza con Malerba. ¿Desde cuándo Koant clama venganza por las tierras perdidas en el Mundo Material, desde cuándo le importan los límites de nuestro clan? Se deja arrastrar por la pasión de una represalia removida por ese Malerba que ya nada tiene que ver con los agrestes.
Koant agita sus manos, aprieta los puños e intenta convencer a madre de lo muy conveniente que es la alianza con Malerba. ¿Desde cuándo Koant clama venganza por las tierras perdidas en el Mundo Material, desde cuándo le importan los límites de nuestro clan? Se deja arrastrar por la pasión de una represalia removida por ese Malerba que ya nada tiene que ver con los agrestes.
Sin responder nada, madre, nuestra reina Naurilia,
clava sus dedos afilados en el robusto vientre de Koant, tiñendo de clorofila su mano blanca. No le hace falta
hablar, pues ella ha impartido la ley de los faes agrestes como soberana que
es.
Los enormes ojos del color del castaño de Koant se
agrandan hasta cubrir prácticamente todo su rostro. ¿Le sorprende que madre lo
ejecute? ¿es que ha perdido los recuerdos en el Mundo Material? Se desliza ante
ella, el vientre reventado se muestra como una flor carnívora que engulle su
existencia.
-
Hijo mío, volverás a nacer en el seno de tu clan. Te acabo
de conceder una nueva oportunidad para redimir la culpa de tus actos.
Las armas que vigilaban a Koant descansan al unísono
mientras él yace en el suelo, a los pies de madre. Yo bajo mi arco, no hay necesidad
de seguir apuntando el cuerpo inmaterial de mi hermano, pues en breve
desaparecerá en la esencia fae. No me apeno por él, más bien le envidio por haber
conseguido la generosidad de madre. Volverá a nacer en la próxima camada como
un ser puro, impoluto. Con suerte olvidará esta existencia y no cometerá los
mismos errores, o quizá la recuerde y pueda aprender de ellos.
Mis hermanos suben de nuevo a las ramas, los guardias
vuelven a los límites de Aliseda Blanca para otear las lindes del Bosque
Plenilunio. Yo miro a madre, que parece estar en comunión con el Anciano Aliso.
Algo le remuerde la conciencia, lo sé. Pero no me lo dirá. Sólo las madres
perdonan, pero ella es reina. Ella sólo puede castigar.
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